14 de enero de 2008

Y pensar que la tierra es el lugar donde las cosas más macabras pueden ocurrir.


Recuerdo haber tenido un sueño, entre montañas verdes, explanadas inmensas de hierba y paja de páramo enriquecidas por el rocío de la mañana. Suaves y majestuosos rayos de sol iluminando el horizonte, miles de aves con sus bellos cánticos, hipnotizándome cual sinfonía celestial. Las golondrinas, los gorriones, los halcones volando alto en busca de algún distraído roedor, un Cóndor admirando desde un pico alto, lo gigantesco de su reino, y, mostrándose imponente, en todo su esplendor, el magnífico volcán Cotopaxi, sus nieves blancas con una figura perfecta cubrían la mitad de la montaña y el reflejo de los rayos del sol se veía en aquel blanco reflector.

Caminaba yo, por aquel páramo de inexplicable e inmejorable belleza, allá en el centro del Ecuador, la provincia del Cotopaxi para ser exactos, pensando en lo agradecido estoy con la vida por permitirme estar donde estaba, imaginándome al son de mis pasos cuan libre podía llegar a ser, me pregunté... ¿Quizá tan libre como aquel grupo de caballos salvajes que cruzan al galope mi panorama? y ahí fue, justo en ese preciso instante, entré en aquel dilema filosófico existencialista de querer entender ¿Por qué estaba aquí?, ¿por qué estaba vivo? ¿Por qué podía caminar, pensar, hablar, decidir y reconocer lo correcto de lo incorrecto? ¿Será que la vida que llevo es la adecuada?, acoté, tal vez, salir de juerga 3 veces por semana no sea lo mas cercano a lo perfecto del comportamiento moral que mi educación exige. Quizá el tomar unas cuantas copas de buen whisky no sea tan malo, o quién sabe si decir un par de mentiras para enamorar sea realmente malo. Mientras mas ahondaba en lo desconcertante y sutilmente elocuente que considero mi actuar en la vida, me di cuenta que lo que importaba realmente no era mi actuar, no era importante, ni siquiera de lejos, el comportamiento de un sólo individuo sin representación, sin dinero y sin poder alguno sobre la tierra. Seguí caminando, buscándole mil y un razones al suceder, muchas veces tan banal que tiene la vida. Lo cierto es que mi mente se trasladó a lugares indescriptibles, no tanto por su belleza, más sí por el terror y la miseria que se vive allí. Ver y sentir como miles de familias sufren el desplazamiento originado por una guerra civil en Darfur; 400,000 (cuatrocientos mil) muertos se ha llevado éste conflicto, genocidio en su máxima expresión, y todo ocurrido porque el odio racial existente entre hermanos musulmanes de raza árabe y de raza negra ha sido apoyado y aplaudido por milicias poderosas, contrabandistas de armas y políticos descabellados sin el menor sentido de conciliación, respeto y amor por sus con-nacionales. "Hambre y balas en África", nos dice un reconocido medio de comunicación a nivel mundial al referirse a la difícil e inhumana situación que viven millones de seres humanos en Somalia y Etiopía, las causas son claras, 186 golpes de estado en 27 países africanos han logrado desatar la mayor crisis humanitaria de la era. Iraq, atormentada por una guerra, injusta, contra el terrorismo. Iraq ha sido acusado de poseer armas de destrucción masiva, las cuales luego de 5 años de conflicto jamás han sido encontradas, se ha dicho que aloja a la mayor red de terroristas del mundo, se le ha vinculado con negocios ilícitos de armamento, sin hasta el momento lograr comprobar nada de lo argumentado; la razón real del conflicto iraquí, es la sed de petróleo, el hambre de poder, y la voracidad insaciable de pretender controlar los ricos países de medio oriente.

Hombres y mujeres sometidos al abuso inmisercordioso de grupos poderosos dirigidos por otros hombres, son la causa fundamental de esta crisis mundial en la que vivimos, me he preguntado a lo largo de mi caminar, ¿Qué tan insignificantes somos los individuos comunes que no llegamos a lograr cambios reales en nuestro diario vivir? He traicionado mi viaje de felicidad y distensión, con el reflexionar concienzudo que privilegiadamente se nos dio a los hombres, sin embargo, equiparé mi pensamiento con el razonar burdo que poseemos todos, razonar que nos dice que el individuo, "per se", no tiene posibilidad de cambiar lo que ocurre en la humanidad, cuando lo real es que cada paso que damos, cada palabra que sale de nuestra boca, cada mirada, cada caricia e inclusive cada pensamiento, tiene la capacidad de transformar pixel a pixel nuestro entorno. "El vuelo de una mariposa aquí, puede causar un huracán en la china."


Y pensar que la tierra es el lugar donde las cosas más macabras pueden ocurrir.