7 de febrero de 2010

Software Libre. Crítica a la posición de Microsoft.

La era de la comunicación y las nuevas tecnologías nos traen al centro del debate temas que en épocas pasadas eran impensables. Las comunicaciones digitales, el Internet, y los software para ordenadores, ocupan hoy en día parte de la agenda de las administraciones de los estados y en especial de los encargados de crear políticas públicas que sean incluyentes, equitativas, sostenibles y, que, finalmente, respondan a las necesidades y potenciales de sus sociedades.

El software libre a sido objeto de varios debates y polémicas en lo referente a su potencial, eficacia, pero sobre todo su rentabilidad. Existen dos posiciones desde las cuales se puede enfocar el tema y tratar de brindar una aproximación más clara a la realidad de este nuevo actor de la era tecnológica en nuestro mundo globalizado. La primera es la visión de la economía de mercado, cegada por su infinita ambición de generar superávit de riqueza, y , la segunda, la visión social de la economía, enfocada en la evolución a una sociedad más justa y sostenible. Este artículo analizará la polémica generada por la posible instalación del software libre de Linux en las escuelas públicas españolas en el año 2003, desde la perspectiva social de la economía, inherente al desarrollo humano. Se utilizará como base para tratar la cuestión la entrevista realizada, por el diario El País, al presidente ejecutivo de Microsoft, Steve Ballmer.

Para hablar de software libre, es preciso, primeramente, conocer el alcance de su significado. Al contrario de lo manifestado por Ballmer, el software libre o free software, por su denominación en inglés, no quiere decir que se trata de un sistema gratis.[1] Pese a que la traducción literal de su nombre podría sugerir la gratuidad del bien, éste trasciende de este concepto y se enmarca en el del espectro de las libertades. La libertad que los usuarios disponen para utilizar el software, copiarlo, distribuirlo, estudiarlo, modificarlo e incluso mejorarlo.[2] Esto no necesariamente supone que la distribución e inclusive la mejora del bien deba ser gratuita. Por el contrario, en caso de que la encargada de la modificación o distribución considere que se debe pagar un precio por el uso de éste, se encuentra en total libertad para hacerlo.

En el siglo XXI, las sociedades atienden, día a día, a transformaciones tan rápidas que muchas veces son imperceptibles. La globalización y la expansión de las tecnologías han creado un mundo tecnológico paralelo, donde nuevas formas de producción, traducidos en nuevos nichos laborales, van surgiendo y aún no son sujetos a control alguno, es decir, que se realizan con total libertad. Esto, sin duda alguna, representa un cambio en la forma en que las sociedades van desarrollándose y en su modo de generación de recursos. La idea del software libre puede generar nuevos mercados laborales puesto que al poder modificar libremente el sistema o distribuirlo de manera gratuita, es posible que el usuario que lo haya hecho pueda pedir un precio por su trabajo. El software libre promociona el no uso de patentes o derechos de copia (copyright) sobre el software ya que esto impide que la usuaria haga uso de éste en la forma que ella precise. Pensar que las mejoras que un software pueda tener deban esperar al pago de una licencia de uso, la cual otorga una compañía que controla un porcentaje monopólico del mercado, y a la posterior aprobación de la misma, es negarse a aceptar una realidad existente e irreversible.

Microsoft, como se menciona anteriormente, controla gran parte del mercado de software a nivel mundial. Esta gigante multinacional se ha ubicado en una posición muy influyente, lo cual en este siglo, debería significar implicación y responsabilidad con los procesos de desarrollo que viven los países. No obstante, el discurso de Baller, desconoce, de manera categórica, a Linux como competencia, argumentando que el trabajo voluntario mediante el cual éste se desarrollo carece de objetivos e innovación coordinada. Dado el momento histórico de la entrevista,[3] claramente se pretende descalificar al producto y de esta manera generar más confusión en la sociedad. Sin embargo, constituye deber de un estado el permitir que exista competencia contra los grandes monopolios y que nuevos actores con potencial sean apoyados para de esta forma se pueda brindar a los ciudadanos mayores oportunidades de donde escoger. Se utiliza la falacia para argumentar que este tipo de software no genera empleos cuando la realidad detrás del asunto en cuestión es que al tener más actores implicados en la generación de este tipo de bien, lo que ocurriría en el mercado es que los precios serían más asequibles y los salarios de los programadores más justos. Pero justicia salarial no significa millonarias sumas de dinero por un bien que hoy en día es de carácter público por lo tanto es obligación del estado ordenar que su acceso sea extendido a la mayoría de la población y no privilegio de pocos.

Una sociedad llamada de primer mundo experimenta procesos de desarrollo donde surgen nuevos requerimientos para que sus ciudadanos alcancen los más altos niveles de vida. Empoderar al usuario de software para que tenga la posibilidad de crear, distribuir, e innovar, constituye un deber de los gobiernos, puesto que los redime del poder de las compañías que desarrollan este tipo de sistemas y consecuentemente garantiza su libertad. Además, como ente regulador de la sociedad el estado debe garantizar la equidad e igualdad de oportunidades de los nuevos actores. Negar la implementación de este sistema, constituiría, además, un atropello contra el más débil y a favor de un gigante corporativo como lo es Microsoft.



[1] Artículo: “El software gratuito no ayudará a crear una industria nacional.” Diario el País, domingo 11 de mayo de 2003.

[2] Página web de GNU operating system: http://www.gnu.org/philosophy/free-sw.html. Consultada el 30 de noviembre de 2009 a las 22h00.

[3] La entrevista se realizó después de haber mantenido una reunión con autoridades del gobierno español.

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